Seleccionar página

El running se ha convertido en el deporte de moda. Desde hace unos años, salir a correr forma parte de la rutina de muchos españoles, que han integrado esta actividad física a su día a día como un hábito más. Los últimos datos reflejan que un 10 % de los españoles realizan este deporte con cierta asiduidad y que sus principales motivaciones son mejorar el aspecto físico y reducir el estrés.

Si hablamos de running, tenemos que hacer mención especial a València, “la capital del running en España”. Además de las carreras populares y competiciones de gran calibre, València destaca por ser la ciudad española de más de 500.000 habitantes con un mayor índice de runners.

La afición de los valencianos por este deporte se vio claramente después de que el Gobierno levantase la prohibición de hacer deporte debido a la crisis por el coronavirus. Desde entonces, miles de personas han salido al antiguo cauce del río Turia, a la playa de La Malvarrosa y a diferentes puntos de la ciudad para recuperar el tiempo perdido.

Sin embargo, con la llegada del verano y la excepcional situación provocada por la Covid-19, muchos corredores apostarán estos meses por abandonar el asfalto y lanzarse a correr por la montaña. En este punto, es necesario recordar las diferencias entre uno y otro medio.

Preparación frente a un medio imprevisible

Durante el año, la mayoría de los valencianos salen a correr por el asfalto o en las cintas de los gimnasios. Con la llegada del verano, muchos aficionados optan por cambiar su lugar de entrenamiento y lanzarse a la montaña, con tal de disfrutar del buen tiempo, hacer deporte al aire libre y estar en contacto directo con la naturaleza -sin peatones, vehículos, semáforos o los ruidos de la ciudad-.

Correr por la montaña presenta muchas diferencias respecto a hacerlo en el asfalto o una cinta, por lo que cualquier persona que se disponga a sustituir su lugar de entrenamiento habitual debe tener esto en cuenta, prepararse previamente y aceptar que su cuerpo necesitará un tiempo de adaptación al nuevo escenario.

En primer lugar, es necesario señalar que existe una gran diferencia respecto al terreno montañoso y el asfalto. La orografía en el monte es mucho más irregular, con subidas y bajadas, además de presentar diferentes obstáculos peligrosos en el camino (piedras, raíces, arena…). Todo ello aumenta el riesgo de sufrir lesiones, por lo que es importante mantener la concentración durante todo el entrenamiento.

Además, la inestabilidad e irregularidad de la superficie puede dañar los ligamentos y los tobillos, que se resienten más en este tipo de terrenos. Por ello, es importante fortalecer estas articulaciones y entrenar el tren inferior con cambios de ritmo, además de controlar el impacto de la pisada, que es mucho más agresivo en asfalto. La parte positiva de ello es que correr por la montaña permite trabajar más grupos musculares que cuando corremos en asfalto.

Con tal de prevenir lesiones en ligamentos y tobillos, es importante vestir un calzado adecuado. Para ello, existen zapatillas especialmente diseñadas para correr por la montaña, con mayor amortiguación, resistencia, estabilidad y transpiración.

En segundo lugar, es fundamental llevar un equipamiento básico para cubrir cualquier improvisto, como una lesión o cambios en el tiempo. Por lo tanto, en la mochila de un runner que entrene en la montaña nunca debe faltar un teléfono móvil, una prenda de ropa ligera, comida y bebida. El monte puede convertirse en un entorno peligroso si no llevamos el material apropiado y las condiciones meteorológicas empeoran o sufrimos una caída.

Por último, aquellos que estén pensando en participar próximamente en alguna carrera por montaña, tienen que tener en cuenta que las condiciones de este medio son diferentes a las del asfalto. En este sentido, es recomendable tener experiencia previa en carreras en llano. Además, también debe tener se en cuenta que las preparaciones de las carreras en montaña son más largas y que no se debe intentar igualar o superar marcas en los primeros entrenamientos.

Las sesiones de entrenamiento y las carreras son mucho más predecibles sobre el asfalto que en la montaña, donde hay una serie de variables que no se pueden controlar y aumentan los imprevistos en cada sesión.